Entradas populares

martes, 6 de marzo de 2012

Curiosidades de los nombres propios de un pueblo de Burgos

Un pueblo de Burgos pasa a la historia de la estadística por tener el mayor número de nombres propios extraños de toda España.  En Huerta de Rey, la gente llega a los sitios mucho antes que sus nombres. Por venir, los huertaños vienen al mundo y varios días después aparecen sus nombres, bautismos llenos de letras, una orgía de palabras únicas para toda la vida. «Hola, me llamo Hierónides Ranulfo, venid y os cuento nuestra historia».
Nadie puede superar a un lugar que haya parido a Iluminada Ninfodora, Cilina Reineira, Gláfida, Walfrido, Filadelfo, Filogonio, Ilda, Plautila, Especioso, Evodio, Meuris, Hermógenes o el mismísimo Canuto.
«Aquí quedan 840 vecinos y se maneja la cifra de 360 nombres curiosos», dice Antonio, el alcalde, uno de los raros del pueblo. En Huerta de Rey, un acogedor lugar en medio de la onomástica profunda de España, vas con Hierónides Ranulfo por la calle, doblas una esquina y se te aparece una historia con nombre propio.
«Un día iba con mi moto y me paró un guardia. Como no llevaba la documentación, me puso una multa. Me dijo que la firmara. Y yo, muy despacito, firmé y puse: 'Firmo'. El tío vio la firma y mira lo que pasó:

Policía: Qué, ¿de cachondeo, no?
Yo: No, no, es que me llamo así.
Policía: ¿Pero cómo va usted a
llamarse Firmo? Venga, firme ya
que no tengo todo el día.

Yo: Le juro que me llamo Firmo.

Se mosqueó y me llevó al cuartel. Llegamos allí y los policías no se lo creían. Total, que al rato salió uno y me dijo que si me llamaba Firmo me quitaban la multa. Y me la quitaron».
En Huerta de Rey, a Firmo nadie le llama Firmo. Le llaman Chapiri, que viene a ser lo mismo.
Esta increíble producción de nombres insólitos es cosa de Adolfo Moreno, secretario del Ayuntamiento y del juzgado de 1890 a 1930. Don Adolfo estaba harto de los líos y los litigios que para el cartero o para Hacienda suponía que casi todos los vecinos se llamaran Antonio, Juan o Carmen y se apellidaran Molinero o Rica. Y tuvo una idea.

Hoy la cuenta su hijo, de 90 años, buen humor, memoria impecable. Su hijo... Sicilio, por supuesto. «Mi padre era un emprendedor, quería cambiar el pueblo, hacerlo único. Sugirió a los padres que pusieran a sus hijos nombres curiosos para evitar futuras confusiones. Los padres venían a inscribir al niño, él cogía el Martirologio Romano, veía el santo del día y lo proponía».

Sicilio pone sonrisas de reojo cuando recuerda algún bautizo pagano en el Registro. «Yo le echaba una mano a mi padre. Un día vino Parisio a inscribir a su hijo, yo miré el librito y le dije que pusiera al crío Onesíforo. Parisio resopló y dijo que lo iba a consultar con la mujer. Al rato vino y pusimos al niño Onesíforo».

El bueno de Sicilio es hombre de tradiciones. Cada vez que su esposa traía un bebé a este mundo, Sicilio abría la procelosa cueva del Martirologio de marras. Y aquí están las ocho consecuencias: Tarsicio, Adolfo José, Ludovico Silvino, Filonila, Sicilio Marino, Rolando Bienvenido, Sira Auda y Tobías Wifredo.

«La gente cree que mi nombre es un mote. A mí me encanta», dice Sira Auda. «Yo no tengo problema: todos me llaman Pili», carcajea Filonila.

La costumbre va en retirada, pero quedan irreductibles, como los nietos de Sicilio. Herón (18 años), hijo de Sicilio Marino. Ibes (22), hijo de Tobías. Oria (12), hija de Rolando...

Frente a la casa de Sicilio's boys está la carnicería de Visti, Vistila para los nuevos. «Me encanta mi nombre, y eso que tengo que repetirlo en todos los sitios. Cuando nací, mis tías pusieron a mi hermano Ezequiel. Pero dudaban conmigo. El secretario miró el libro y les dijo que qué les parecía Vistila. Y hasta hoy».

¿Hay extraterrestres en Huerta? No, pero sí una Digna Marciana. «Me pusieron así porque la que me fue a bautizar se llamaba igual. ¿Que si me gustan? A cual más feo, hijo», dice esta viuda de 80 años y toda una vida de dignidades terrenales detrás.

La semilla de Huerta se ha extendido lejos, una exportación de deneís salpicando el país. Austrigiliano vive en Bilbao, y en Madrid hay pruebas de la presencia de Sulpicio, Nicereta, Orolio, Sigerico o Pelaya.

Pero la estrella de la emigración huertaña es una explosión sonora: Burgundófora Cancionila. «Cuando conocí a mi marido, me pidió la dirección. Le di mi nombre y me dijo que si no quería darle mi dirección no pasaba nada. Yo le aclaré que ésa no era mi calle, que era mi nombre».

Para el mundo, esta mujer es Fori. Tiene 66 años, vive en el País Vasco y cada vez que pisa la Administración repite escena. «Nadie acierta. Balbucean, releen y nada. Acaban citándome por el apellido. Nadie se cree que me llame así». Y eso que Fori estuvo a punto de llamarse Escolástica. «Pero mi padre se negó en redondo».

Otro de los raros del pueblo es un emigrante que vive en Zaragoza, el cirujano de las tripas de Huerta de Rey. José Angel se llama el valiente. «Quiero organizar una reunión de nombres raros de toda España. Pero con DNI o partida de nacimiento, algo serio. Sería el Primer Encuentro con Nombre Propio. A ver quién nos puede ayudar».

Si vence su timidez, el discurso de apertura sería cosa de Hierónides Ranulfo, hombre encantador que en 1971, mientras vivía en Valladolid, recibió un sobre. «Sólo pusieron 'Hierónides, Valladolid'. Y llegó».

¿Y a usted, don Hierónides Ranulfo, cómo le llaman aquí? «A mí, en general, me llaman mal».

No hay comentarios:

Publicar un comentario